El ácido hialurónico y el bótox son, en la actualidad, los tratamientos estéticos más conocidos y demandados para rejuvenecer el rostro. Muchas personas creen que tienen la misma utilidad, pero cada uno se emplea con distintos objetivos. ¡Te los contamos!
El ácido hialurónico es una sustancia que nuestro organismo genera naturalmente, presente en varios tejidos y órganos del cuerpo.
Esta posee la capacidad de retener el agua, manteniendo la piel hidratada y elástica. Con el paso del tiempo su presencia disminuye, por lo que la piel pierde su firmeza y provoca la aparición de las arrugas. Se estima que, a la edad de 50 años, solo se mantiene la mitad del ácido hialurónico en el cuerpo.
El ácido se inyecta para rehidratar el rostro, reducir los surcos y las arrugas y dar volumen a los labios. También tiene otros usos en medicina para el tratamiento de enfermedades degenerativas como la artrosis, para acelerar la recuperación de lesiones articulares y, en odontología, para mejorar la cicatrización y regeneración de las encías.
Por su parte, el bótox (toxina botulínica tipo A) es un fármaco que se aplica en pequeñas dosis para paralizar de forma temporal los músculos faciales, lo que permite reducir las líneas de expresión. Este se inyecta generalmente en la frente, el entrecejo y las tradicionales “patas de gallo”. En algunos casos también se emplea para disminuir la sudoración en axilas y palmas.
En definitiva, aunque ambos procedimientos se utilicen para el rejuvenecimiento facial, podemos comprobar que cada uno actúa y cumple una función distinta. Para someterte a cualquiera de ellos debes ponerte en manos de un profesional que conozca las técnicas necesarias para hacerlo.
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